Tarde de campo. El trinar de los pájaros y los rayos de sol nos acompañan mientras realizamos nuestras tareas y deberes. Estamos disfrutando, no se nos da nada mal. Pero de repente, se desata el temporal.

Todo se desmorona, lágrimas resbalando por la mejilla, palabras entrecortadas por falta de respiración. La descubro víctima de un malicioso y recurrente virus, La Terribilitis.

-¡¡¡Mamaaaaaa!!!! Me he equivocado! Y no tengo borrador…no lo puedo arreglar… Qué voy a hacer??

(Se le ha olvidado hacer una cenefa que separe el problema 51 del 52. Y no tiene borrador. Ains…)

Respiro profundamente. Lo veo venir. No es la primera vez. Sé qué es lo que no funciona:

“Eres una exagerada, no es para tanto, pillar un berrinche por nada, te comportas como un bebé, con lo mayor que eres, cuando dejes de llorar hablamos…”  No, sé que por ahí, no.

Comenzamos el diálogo a sabiendas de que no será muy efectivo:

¿Qué es lo peor que puede pasar si no haces la cenefa?

-No! Eso no puede ser!! Tengo que hacer la cenefa!!

tali campo

 

Consciente de que no tiene la suficiente madurez para enseñarle a relativizar, toca  buscar alternativas:

-Y si arrancamos la página y empezamos de nuevo en la siguiente hoja?

-No!! Eso no puede ser!! No puedo tener una hoja menos que mis compañeros!!

-Y si la hacemos un poco más pequeña, en ese hueco que tienes libre?

-No!! Eso no puede ser!! Tiene que ser del mismo tamaño que las otras!! Todos tenemos que hacerlas igual!!

-Y si le explicas a tu profesora que se te ha olvidado y no tenías borrador? Creo que lo entenderá, ella sabe que siempre haces las tareas y que ese olvido no es tan importante.

-No!! Eso no puede ser!! Me dirá que está mal y tendré que repetir!!

Ante la frustración de un hecho que no encaja en su guión, ninguna solución le parece válida. Tampoco es el momento de desmontar creencias limitantes. Me dice la experiencia que el secuestro amigdalino que la lleva al bloqueo mental no se soluciona hablando.

-Vámonos al tobogán. Nos tiramos un par de veces y después subimos a los columpios. Luego ya veremos cómo solucionamos esto.

Escéptica y sin muchas ganas, me da la mano solo por el hecho de que yo la acompaño.

Columpiarnos juntas parece ser un buen remedio, el virus pierde fuerza, vuelven las risas y el buen humor.

-Cuánto tiempo sin jugar juntas mamá…

(Se me encoge el alma)

….

Un rato después, volvemos a pensar en soluciones. De repente, se acuerda de que tiene otra libreta de cuadritos de la que puede recortar un trozo de hoja y pegar sobre su cuaderno, para volver a escribir el problema esta vez con la cenefa correspondiente.

Y también se nos ocurre que podemos pedir a papá que traiga un borrador del trabajo y arreglarlo esta noche. Y si a papá se le olvida, también podemos madrugar un poco más mañana, ir a casa a por un borrador y solucionarlo antes de ir al cole.

-Ay cariño, con lo que te habías preocupado antes… mira cuantas soluciones has encontrado. ¿Qué te parece si apuntamos todo lo que has aprendido de esto?

 

tali campo 2

 

Y así es como esa tarde aprendimos más con los deberes de lo que nos íbamos a imaginar.

Ella todavía no puede tomar una vacuna contra la Terribilitis , como los adultos, pero sí hemos encontrado remedios a los síntomas para debilitar al mal bicho cuando vuelva a aparecer:

Cambiar de ambiente, respirar aire fresco, no tomar decisiones en ese momento,jugar, reír y no hacerlo sola, sino cariñosamente acompañada….

Porque la circunstancia es la misma, pero si ella cambia la forma de ver las cosas, las cosas que ve cambian….

Pero esto, si has leído entre líneas, habrás visto que la Terribilitis no es solo cosa de niños. De cómo los adultos nos comportamos como niños indefensos ante el virus de la Terribilitis, hablaremos otro día 😉

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