Te regalé los mejores años de mi vida.

Empezamos casi sin darnos cuenta. Yo era joven y quería volar, no atarme a nada ni a nadie. Pero apareciste tú, y me dejé seducir por tus promesas de libertad  e independencia.

Me decían que hacía lo correcto, que era hora de sentar la cabeza. Reconozco que escogí el camino más fácil.

Al principio todo iba de maravilla, pero con el tiempo, apareció la rutina y con ella, el ahogo y la falta de ilusión.

A pesar de darme cuenta de que ya no te quería, fui incapaz de dejarte.

Los hijos fueron la excusa para no dar el paso; no era consciente de cómo les afectaba la situación.

No me gusta el ejemplo que les di, atada a ti por miedo al cambio.

En ocasiones te fui infiel, al menos mentalmente. Soñé con otro tipo de vida, lejos de ti.

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Lamento haber escuchado esas voces que volcaron en mí sus miedos y me alentaron a conformarme. Insegura y falta de confianza, llegué a pensar que no encontraría otra opción mejor.

Ambos sabíamos que la situación no era sostenible. Intentamos encontrar una solución, pero solo sirvió para darnos cuenta de lo alejados que estábamos. Perdimos tanto tiempo intentando que funcionara…

Ahora que he madurado me he dado cuenta que no eres tú, soy yo.

Sé que no estamos hechos el uno para el otro. La vida es demasiado corta para lamentar lo que pudo ser y no fue….

Lo he decidido. Voy a hacerlo. No hay vuelta atrás.

Voy a cambiar de trabajo.

 

Natalia Ruiz

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