El pasado puente tuve la suerte de poder disfrutarlo con la familia. Pasamos unos días de campo muy tranquilos y finalmente optamos por acercarnos a la capital para que las peques vieran el ambiente navideño y con un poco de suerte también a papá Noel.
Pese a que yo sugerí la idea, me costó hacer la transición de la calma del campo al ajetreado movimiento de personas, bolsas de compras y regalos por doquier, luces y escaparates que trataban de llamar mi atención.
Reconozco que me sentí un poco fuera de lugar, aturdida entre la marea de gente que iba y venía sin querer perderse nada de lo que sucedía a su alrededor.
Pero no tardé mucho en adaptarme al ritmo: pronto sentí como me invadían las ganas de consumir todo aquello que estaba estratégicamente colocado y que parecía decirme “cómprame, me necesitas, voy a hacerte feliz”, desde el puesto de churros y chocolate caliente a la más fina colección de complementos de Tous.
Afortunadamente el hecho de ir con dos peques que requerían de mis cinco sentidos y de toda mi atención, favoreció que mi tarjeta de crédito no sufriera ningún contratiempo; no puedo asegurar qué habría pasado de ir yo sola ….
De camino a casa, empecé a pensar lo monas que estarían mis niñas con esas botas de leopardo tan cuquis que había visto, lo bien que me quedaría ese reloj tan original y el partido que le sacaría al bolso de Bimba & Lola para mis reuniones de trabajo.Me entristeció volver a casa sin un caprichito entre las manos…
Mi marido me preguntó en qué estaba pensando, debió notar que la expresión de mi cara había cambiado. Le contesté que nada, me avergonzó reconocer mis pensamientos en voz alta.
¿Hasta qué punto el hecho de no comprar cosas que no había necesitado hasta esa misma tarde podía influir en mis emociones?
¿De verdad tener todo eso me haría más feliz? Es más, ¿no tener todo eso me podía hacer más infeliz?
¿Puede un bolso mono compensar el tiempo que no estoy con mis hijas porque tengo que dedicarlo a ganar más dinero para otro bolso mono que se cruce en mi camino?
Caí en la cuenta de que me estaba tratando de seducir el placer a corto plazo del consumo emocional.
Me di la vuelta, miré a mis princesas, las cogí de la mano y agradecí el tiempo que puedo disfrutar de ellas. No cambio para nada un Ser por un Tener.
Te invito a que disfrutes de la paz de ser tú mismo y del estar con las personas que más quieres, porque de verdad no necesitamos tanto para ser felices.
Natalia Ruiz
Natalia, que bien que escribes!!!!!