Solemos complicarnos mucho la existencia cuando nos lanzamos a preparar una fiesta de cumpleaños, una comida familiar o cualquier otra celebración. Y es que organizar algo tan común y repetido en nuestras vidas no es tan simple como pueda parecer, ¿o somos nosotros los que no lo hacemos simple?
Tras comprobarlo por mí misma, verlo repetidamente en familiares y amigas que también caen en la trampa de la complicación, llego a la conclusión de que este tema no es tan banal como parece y bien merece un post.
Comencemos por analizar….
¿Para qué haces lo que haces?
A veces creo que se nos va de las manos, que perdemos de vista el norte envueltos por una ilusión que no nos deja ser objetivos. Nos complicamos demasiado queriendo acertar, todo preparativo nos parece poco y al llegar el día en cuestión nos vemos desbordados y arrastrados por una marea de tareas, recados y carga mental que nos aleja de disfrutar plenamente de lo que tendría que ser una jornada para recordar.
¿Tienes claro el para qué haces lo que haces?
Puede ser….
Para pasar tiempo con los tuyos: Eso es lo que idealizas. Imaginas que en la celebración tendrás tiempo para charlar y compartir buenas risas con tu gente. Lo que más se acerca a la realidad es que te pasas el tiempo haciendo viajes a la cocina, comprobando que no falte nada en la mesa, que no quede ningún niño sin sándwich de nocilla ni adulto sin cerveza. Y acaba la velada y se quedan conversaciones pendientes, risas guardadas para la próxima, achuchones sin dar mientras que en tu cabeza resuenan frases del tipo “qué rápido se ha pasado todo” o “tanto lío para esto”.
Para disfrutar de una buena comida : Si es así, seguro encontrarás multitud de sitios donde encargar comida para llevar deliciosa, panaderías que elaboran tartas, pizzas y dulces a precios estupendos. De verdad que no es necesario que te encargues tú de todo. La tortilla de patatas casera está muy rica y no es cara, pero si pretendes cocinar 4 tortillas para 20 personas se te va a ir empalagando el proceso ( y lo sabes). Si le sumas que vas a elaborar una tarta casera de galletas, ensaladilla, empanadas y demás viandas, cuentas las horas que pasas en la cocina, los ingredientes a comprar, la luz del horno y la vitrocerámica… verás que las cuentas no te salen. Además si añades el coste del cansancio físico y agotamiento que conlleva, el estrés de que todo salga bien y esté al gusto de cada invitado… de verdad que se te dispara el presupuesto ( no solo el económico, sino peor aún, el emocional)
Para darles a tu gente lo bueno que merecen: Que quieres lo mejor para los que te importan es innegable. Pero, ¿le has preguntado al otro si eso que con tanto cariño y esfuerzo estás preparando es lo que quiere o necesita realmente? A veces cometemos el error de no preguntar, de hacer lo que bajo nuestro punto de vista y bienintencionadamente creemos será lo mejor para el otro. Si nos parásemos a escuchar su opinión, probablemente se parecería menos a lo que hacemos y acertaríamos más. Seguro que preferirán tu versión más relajada, divertida y disfrutona y no la estresada que no es capaz de estar quieta un minuto, pendiente de todos y que no puede acabar una conversación porque ha de ir a darle la vuelta a la parrilla o a sacar más aperitivos.
Para compensar: no pretendo en este post profundizar si tras nuestras acciones está la intención de compensar otras carencias como el tiempo compartido que escasea en nuestro día a día o los sentimientos de culpa o imperfección. Solo prefiero recordarte que los títulos rollo superwoman, mamamolona, mujertop, hijadeensueño… están sobrevalorados. Y en el caso poco probable de que los consigas, trabajar para no perderlos debe de ser tremendamente agotador. ¿Te merece la pena perseguirlos?
¿Cuándo simplificar?
Si disfrutas de todos los preparativos, de la elaboración y el proceso, de las horas invertidas, si aún recuerdas semanas después con cariño el tiempo dedicado, adelante!! Sumérgete en la organización y ejecución de esa súper celebración y a por ello con todas tus ganas.
Pero si resoplas al pensar en ello, si estás deseando que acabe, si lamentas no estar haciendo otra cosa en su lugar, si en tu cabeza resuenan palabras que te quitan energía, es el momento de simplificar.
Cómo simplificar tu vida
De verdad, siempre hay una alternativa más sencilla, que requiera menos tiempo, esfuerzo, energía y que igualmente resulte agradable y podáis disfrutarla todos. Antes de lanzarte a organizar y ejecutar, pregúntate:
¿Qué puedes quitar?
¿Qué es eso que si no estuviera nadie echaría en falta?
¿Cómo podrías tener resultados óptimos sin necesidad de poner tantos recursos en marcha?
¿A quién podrías confiar/delegar eso que a ti se te hace un mundo?
¿Cuál es la finalidad última de todo esto?
¿Qué estás tratando de demostrar? ¿Merece la pena?
Si solo tuvieras 1 hora para dedicarle a estos preparativos, ¿Cómo te las arreglarías?
Y si vas adelante, hazlo con todas las consecuencias
Si eres cocinillas, adelante.
Si eres toda una party planner, a por ello.
Pero luego no te quejes. No rechistes. No reniegues de aquello que tu sol@ has creado. Porque nadie te había exigido tanto. Porque tú has sido quien se ha adjudicado esa obligación. Porque entre todas las opciones que tenías, la libertad de decisión era tuya. Si los resultados no te compensan, toma nota para la próxima vez no volver a caer en la trampa.
Te lo digo desde el cariño, no vuelques tus quejas sobre quien más te quiere, les pueden hacer sentir culpables. Lo que hagas, que sea desde el amor, desde el disfrutar del dar, y que esa sea tu recompensa.
Recuerda:
A veces lo más sencillo es lo más difícil de encontrar. Pero aunque no lo puedas ver, está.
¿Simplificamos?
Natalia Ruiz