Aunque siempre podamos encontrar quien le ponga pegas a un buen chocolate belga, yo considero que, en el fondo, a nadie le amarga un dulce. Y yo, que soy muy golosa me pregunto que si a diario tenemos múltiples oportunidades de endulzar nuestra propia vida y la de los demás, ¿por qué no hacerlo?

Imagínate cada mañana saliendo de casa con una bandeja de dulces recién horneada, con la intención de repartirlos con quien te vas encontrando. ¿Qué reacción crees que despertarías? Es cierto que algunos pensarán que de qué planeta has salido, qué es lo querrás a cambio, aflorará su recelo, te regalarán un mal gesto o no se atreverán a probarlos por miedo a lo que pueda venir después. (Pobrecitos, vivir desde ese paradigma no debe ser nada fácil).

Pero afortunadamente creo que somos mayoría las personas que agradecemos recibir detalles que nos generen emociones positivas. 

¿Cómo te sientes cuando te ceden el paso dejándote salir en un atasco?

¿A que puestos a elegir, prefieres tomarte un café con la persona más entusiasta de la oficina y no con el más cenizo?

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Tenemos la suerte de elegir cómo nos relacionamos y nos comportamos en nuestro día a día con los demás. De elegir qué dulces repartiremos con nuestra bandeja. Hoy te propongo 3 delicias que nadie podrá rechazar:

1º Gratitud: Despertarte dando gracias a la vida por la oportunidad de disfrutar de un nuevo día, tomar conciencia y valorar las cosas que solemos dar por hecho. No te quedes con las ganas de decir esa palabra tan bonita como es «gracias» cuando alguien haga algo bueno o amable por ti. Aprovecho para darte las gracias a ti, por dedicar parte de tu tiempo a leer estas líneas 😉

2º Entusiasmo: No encuentro mejor manera de encarar la vida que con entusiasmo. Qué gran diferencia hay entre las personas que van por la vida con actitud positiva, alegre y enérgica y las que van con el radar puesto para detectar cualquier fallo y hacértelo saber. Decide qué tipo de persona quieres ser y empieza por compartir tú la energía que quieres a tu alrededor.

3º Amabilidad:  Solemos ir corriendo de aquí para allá, con mil obligaciones que atender, y por el camino se nos olvida algo tan sencillo como la amabilidad. Qué poco nos cuesta ser amables y qué gran huella positiva dejamos en los demás cuando lo somos.

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Me encanta encontrarme con personas que me alegran la vida con sus pequeños gestos. Así que, si nos cruzamos, te agradeceré enormemente si me regalas una sonrisa o  si sostienes la puerta para que pueda entrar. Por mi parte, me comprometo a hacer lo mismo. Porque a nadie le amarga un dulce y nosotros no vamos a ser una excepción, ¿verdad?

Natalia Ruiz

 

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